Doméstico

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Anonim

Doméstico.

Vives, quieres, esperas. Día, noche, día. Esta firmeza imperturbable a tu alrededor corta tus sueños, los hace perdidos, podridos. Este zumbido de la vida cotidiana llega a tus oídos desde el estacionamiento, tu cabeza está del lado derecho, tus ojos están abiertos, estás despierto. Esta luz sepia, el llanto de un niño detrás de la pared, el ruido de un ascensor perezoso, tu cerebro ya cruje, como la silla. Una cosa en verano, otra en invierno. La tetera hirvió. Querías volar, pero ahora no quieres levantarte de la cama. Este suave ruido, ¿de dónde viene? En vano miras por la ventana, arbustos, carros, casas. Ruido gris. La felicidad te llena como las olas llenan una playa desierta, ya no hay nadie, muchos ven que estaba en ti. Los momentos dan paso a momentos olvidados en el gran gemido de sorpresa, seguido de ansiedad y tristeza. Espera un poco más, sostén esta nota alta, pero te resignes, pones las manos en el pecho, luego las bajas resignadamente a lo largo de tu cuerpo, te tiran al suelo, descansan, necesitan descansar, de ti. Entonces entra un ruido gris. Puedes verlo, te cubre de sudor pegajoso, se acuesta con fatiga en tus ojos, llena tu mente de niebla. El crujido de un giro del cuello, se oye el trabajo del corazón, el motor se apaga fuera de la ventana, el chillido de un perro. Todo es familiar, estás acostumbrado, están acostumbrados a ti. Dejas que las palabras te atraviesen, abres la boca a regañadientes, hablas rápido, cuando estás enojado, lentamente, no notas cómo la luz cae sobre la pared. A veces duermes, comes, ríes, tienes sexo. Querías ser una criatura gentil, haciendo milagros, pero sucedió un verdadero milagro, viste la torpeza. Tiene lugar en momentos de frenesí, un agudo deseo de escapar del cautiverio, un vuelo de moda de una valquiria, una carrera grotesca, un fuerte desafío sexual, una llamada a donde nunca estarás. El ruido de la lavadora te trae de vuelta. La suspensión en agua reemplaza la arrogancia juvenil, aprendes a filtrar, hervir, cocinar, mezclar. En algún momento empiezas a sentirte cansada, aún no sabes que ella ha venido para siempre, eres ingenua y enfadada. Entonces oirás un ruido gris y tu vida cambiará para siempre. Emparejarás las melodías con el ruido gris, el rugido del motor, tu suspiro, la exhalación en el gimnasio, los gritos en el bar, todo para ahogarlo. Pero él viene de noche y de mañana en silencio, te encuentra y te acompaña de cama en cama. Le resulta cada vez más difícil levantarse. Tradiciones, hábitos, rituales inquietantes, encajes brillantes en la estantería de lino, ceremonias, fuegos artificiales, miradas envidiosas, básculas de baño, sentido de la propia superioridad. Para el vuelo, necesitas la imagen de un amigo, estrellas, sonrisas, poses, brillar. Tu rincón secreto en tu bolso, un montón de pelusa en el bolsillo de tu abrigo, un lunar cerca de tu ombligo. La impulsividad juega en ti una vieja canción sobre lo principal, sientes como el sol quema las arrugas de tu rostro, con cada micra estás cada vez más azucarado, cada vez más suave, cada vez más malvado. El amor estaba en tu vida, estaba. Fue el momento en que desapareció el ruido gris, pero irónicamente, solo recuerdas el momento de su aparición. Ruido gris. La lluvia golpea la pendiente de estaño, gotea, gotea, gotea, gotea, gotea. Levanta la cabeza, aire acondicionado, ventana, ventana, cielo. La melancolía azul ha cubierto el fondo del ojo, sonríes como entonces, ni te das cuenta, piensas en el futuro, te preocupas, construyes, desesperas. Enciendes la luz de la cocina, te acercas a la mesa, una silla, un mantel, una taza. Y usted.

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