2024 Autor: Harry Day | [email protected]. Última modificación: 2023-12-17 15:43
Una vez, mientras caminaba por Internet, encontré una descripción de un antiguo arte japonés llamado "Kintsugi". Esta palabra en la traducción significa "parche de oro", y el arte en sí es la restauración de platos de cerámica con un barniz especial. Se obtiene a partir de madera lacada, mezclada con polvo de oro o plata, y esta mezcla se utiliza para tapar grietas, astillas y costuras pegadas de vasos rotos. El énfasis no está en enmascarar el daño, hacerlo invisible, sino en enfatizarlo, dándole brillo y elegancia. ¡Resulta muy bonito!
En el siglo XV, Japón fue gobernado por el shogun Ashikaga Yoshimasa. Un día rompió una taza de té china. Afligido y sin querer separarse de su amado objeto, un participante indispensable en todas las ceremonias del té de la corte, la envió a China para su restauración. El cuenco regresó de allí restaurado, pero al shogun no le gustó su apariencia en absoluto: los tirantes de hierro que conectaban los fragmentos se veían terribles. El shogun se molestó aún más y ordenó a los artesanos japoneses que inventaran otra forma de restaurar la cerámica. Así nació el arte de Kintsugi.
La filosofía de Kintsugi es que los defectos e imperfecciones no son en absoluto algo que valga la pena esconder. Un defecto hábilmente acentuado, hace las cosas más pintorescas, acaricia la mirada y sugiere una vida larga y llena de acontecimientos. Un objeto que se ha hecho más bonito con la ayuda de Kintsugi tiene experiencia y puede decir mucho. Sus roturas y grietas son parte de su historia, de su canto, del que no se pueden descartar palabras, como sabéis.
El fundamento filosófico de Kintsugi nos enseña a percibir correctamente el fracaso y apreciar la belleza de los defectos, y se puede aplicar no solo a los cuencos de cerámica, sino también a la vida humana.
¡Y cómo es que esta maravillosa idea llega a este día! El mundo moderno no tolera los defectos. Se cree que ciertamente hay que deshacerse de ellos, ajustando su apariencia a algún ideal. Bellezas impecables nos miran burlonamente desde las pantallas de televisión, obligándonos a chupar sus estómagos, los excelentes interiores en las páginas de las revistas inspiran melancolía, y una vieja silla raída ya no parece tan acogedora. Y las páginas de las redes sociales se han convertido durante mucho tiempo en una exposición popular llamada "Mi vida ideal", donde fotografías ejemplares compiten entre sí en la perfección de las imágenes.
El hombre del siglo XXI está orientado hacia el éxito y los estándares. Escondiendo diligentemente sus imperfecciones, fracasos y fracasos, se esfuerza por alcanzar alturas inalcanzables, temeroso de mostrar a los demás su vulnerabilidad. Es hora de detenerse y recordar a Kintsugi.
Si traslada la filosofía del arte antiguo a la vida cotidiana, resulta que puede percibir sus errores, fallas y defectos aparentes de una manera completamente diferente. Recuerda esto cuando te sientas abrumado, cuando la insatisfacción consigo misma asoma, cuando el miedo a equivocarte te paraliza y te impide dar un paso.
¿Quizás no debería desperdiciar su fuerza y energía para ocultar sus defectos? Puede estar de acuerdo con ellos, mirarlos cálida y abiertamente, como se hace en Japón, donde la carencia se considera un elemento único de la historia del tema. El cuenco, con grietas llenas de oro, se convierte en algo más hermoso y único.
Cada una de mis "grietas" es mi historia, mi experiencia, a veces muy dolorosa,.. Pero no renunciaré a ninguna de ellas. Gracias a cada uno, aprendí algo nuevo e importante. Y los "remiendos de oro" que adornan la copa de mi vida ayudan a mantener en ella el conocimiento y la sabiduría adquiridos, de los que saco fuerzas y me vuelvo más estable.
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